Mi
vida siempre fue muy tranquila, yo era un hombre que se limitaba a tomar
riesgos absurdos, prefería quedarme en casa a mirar cosas en la computadora que
salir a las calles oscuras donde cualquier cosa te puede pasar. Es cierto, mi
vida era muy aburrida, tengo que aceptarlo, nunca fui un hombre al que le
gustara salir por las noches, nunca me gusto hablar con mujeres, nunca me gusto
masturbarme, nunca me guste, nunca quise ser yo.
Seguramente
gracias a esto me decidí a hacer lo que hice, obtuve fuerzas de algún lugar
secreto donde hay fuerza de sobra para los perdedores como yo. Mi trabajo no
era más interesante que mi vida, trabajaba como cajero en un supermercado. Todo
el día me pasaba escuchando el maldito ruido que emite la caja registradora al
pasar un producto por encima de ella y cuando llegaba a liberarme de este
ruido, pronto llegaba otro cliente, sí, mi trabajo es asqueroso.
Lo
único que valía la pena en ese lugar era la presencia de Susana, la gerente, que
en algunas ocasiones pasaba por mi estación para ver que todo marchara bien, no
hacia bien su trabajo, jamás se dio cuenta de que nada marchaba bien conmigo.
Yo estaba enamorado de ella.
Fue
un viernes, como cualquier otro, en el que se presentó la oportunidad de
entablar con ella alguna pequeña conversación. Saliendo del trabajo ella se
encontraba parada a las afueras de la tienda al parecer esperando a alguien,
siempre me pregunto si era a mí al que estaba esperando en realidad, pero nunca
lo sabré. Al verla me acerque en el coche lentamente y baje la ventana. Le dije
que si podía llevarla y ella –sorprendentemente− contesto que sí, al subirse y
avanzar un par de metros Susana me comento que porque no la llevaba por un
trago o mejor aún, que porque no íbamos por un trago a mi departamento, dude en
que esto estuviera pasando, al final le dije que sí y nos dirigimos a mi casa.
Llegamos y mi preocupación era enorme, ni siquiera sabía si existía alcohol en
mi departamento. Entramos y paso al baño, yo me precipite a buscar lo que fuera
que tuviera un poco de alcohol, Vodka fue lo único que había en mi deteriorada
alacena, Susana salió del baño y se retiró el abrigo. Ambos nos sentamos en el
suelo a tomar directamente de la botella, así lo quiso Susana, parecía
deprimida en verdad y si algo se; es que el Vodka no sirve para mejorar este
tipo de situaciones. El tiempo paso, voló, Susana estaba completamente ebria,
hablaba sobre lo imbécil que era su novio o exnovio al final no pude entenderle,
me dieron ganas de orinar y a mi regreso ella pregunto si me gustaría jugar con
ella, mi contestación fue de afirmación y Susana saco un revolver de su bolso y
apunto directo a mi garganta, jalo el gatillo y el sonido que hacen las armas
vacías me hizo soltar un gran suspiro. ¿Estás loca? le pregunte con el corazón
marchando a mil por hora, una carcajada fue lo que recibí por respuesta.
Susana
cargo la pistola con una sola bala. ¿Juegas o no? Me pregunto, ¿qué más podía
hacer? decirle que no, era sinónimo de rechazarla y ¿quién quiere rechazar a
una mujer ebria, despechada y con un revolver?, acepte su reto y antes de poder
sentarme ella volvió jalar el gatillo pero ahora apuntaba justo en medio de su
frente, otra carcajada salió de su boca, era mi turno, jamás me había sentido
tan emocionado, dude en hacerlo pero al repasar mi vida me di cuenta de que si
se disparaba no tenía nada que perder, accione el revolver…y pude vivir para
contarlo.
Era
el turno de Susana, le extendí mi mano para entregarle el revólver, no tengo
idea del porque sonreía, ella se levantó y me mostró un ceno, después el otro,
comenzó a tocarse apasionadamente ambos pechos y me dijo con voz jadeante que
fuera yo el que le disparara, me recargue totalmente en el sillón y la mire,
como se mordía los dedos, como se frotaba su cuerpo, apunte con firmeza a su
cabeza, me sentía como un vaquero del viejo oeste. ¡Dispara! Me grito excitada,
jale el gatillo y todo pareció estar bien hasta que Susana se desplomo frente a
mí, sólo en ese momento pude reaccionar y ver que el cañón del arma humeaba.
No
tuve ganas de escapar, aun sabiendo que era una tontería defenderme con el
argumento de que jugábamos a la ruleta rusa, de que ella me pidió que yo le
disparara porque tenía las manos ocupadas. Que puta risa me dije y acompañe
este pensamiento con una larga sonrisa. Las autoridades llegaron, aunque tarde,
con tanto tiempo pude haber escapado para siempre. Me vieron sentado con la
pistola en la mano y el cuerpo semidesnudo de Susana en la alfombra.
Ahora
estaré en la cárcel por lo que resta de mi vida, al parecer viole y mate a
Susana, eso dicen los policías y ya que su rendimiento había sido muy
ineficiente durante aquellos días, me culparon de otros cinco asesinatos que no
habían podido resolver. Soy un violador y un asesino en serie o eso dicen las
autoridades y todo esto paso por jugar ¡un maldito juego de niños! como dijo
Susana.
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