Julián
está sentado, rodeado por sillas vacías que espera que en algún momento sean
ocupadas por sus invitados. Está sentado en una iglesia vacía, solo él y sus
pensamientos evitan que el lugar parezca deshabitado. Por un momento piensa en
prender un cigarrillo, en darle un trago al coñac que tiene en la chaqueta,
pero recuerda en donde esta y sabe que no puede hacerlo. Julián no cree en
Dios, la razón por la cual decidió hacer la reunión aquí, es para que por lo menos
Dios crea en él. Sus ganas de tomar y fumar se volvieron obvias con forme paso el tiempo. Julián se
relamía los labios, se tronaba los dedos, comenzó a sudar, se reía de
nerviosismo, sacudía los pies con rapidez, su mirada se incrustaba en el
crucifijo que tenía frente a él y se preguntaba: ¿Qué estoy haciendo?
Para
su fortuna o desgracia, se escucharon unos pasos que resonaban en todo el
recinto, al principio Julián no tuvo valor para voltear, y después tampoco. Una
mujer se paró frente a él. Julián bajo la mirada, cerró los ojos, trono sus
dedos una vez más y encontró el valor suficiente para ver a la mujer. Era una
mujer alta, de cabello corto, su nariz muy respingada, muy flaca, de piel
blanca y ojos café. Ambos sonrieron de manera sincronizada, ninguno dijo nada.
La señorita M paso a tomar asiento en una de las sillas vacías, colgó su bolso
en el respaldo, pero antes saco un espejo y ya sentada se miraba en el,
arreglándose las pestañas, y dándole color a su cara. En ese momento Julián
recordó porque lo suyo no funciono. Volvió a bajar la mirada, abrió sus oídos
para cuando llegara el momento de escuchar los pasos de la siguiente invitada.
La
escena era bastante incomoda, la señorita M seguía maquillándose. Pero la
suerte volvió a sonreírle a Julián, otros pasos se escucharon a lo lejos. Era
la señorita J, que llego sin mirar a Julián, se sentó junto a la señorita M, la
recorrió con la mirada, se echó a reír y se colocó con la pierna derecha
encima de la izquierda. El nerviosismo de Julián se volvió más grande, más
dañino, más doloroso. Por fin se decidió a darle un trago a su bebida, y
prendió un cigarro, pero antes de que pudiera darle un golpe, la señorita J le
arrebato el cigarro y lo apago. Julián recordó porque no había funcionado la
relación entre ellos. Sin otro remedio se llevó las manos a la boca, se mordía
las uñas y movía los pies con intranquilidad. Un poco después arribo la
señorita D, una mujer de la estatura de Julián, de cabello lacio, muy largo por
cierto, de ojos oscuros, de piel rosada, de pechos grandes, de nariz redonda.
Julián se levantó al verla, beso sus cachetes y trato de recordar porque lo
suyo no había funcionado. La señorita D se sentó y la reunión ya estaba
completa.
Julián
volvió a darle un trago al coñac que llevaba en una pequeña cantimplora
plateada. Dio un suspiro que alarmo a la señorita M, que dejo su espejo y puso
atención a lo que tenía que decir el joven. Julián le dio un vistazo a su alrededor,
había muchas sillas vacías, solamente tres estaban ocupadas, pero no pareció
decepcionado por que faltara alguien, al contrario, se vio muy complacido.
Julián
prendió otro cigarrillo, la señorita D puso una cara de extrañeza y le pregunto
a Julián, ¿Fumas?, él recordó que le había dicho a la señorita D que había
dejado el tabaco por ella, entonces recordó porque lo suyo no funciono, y era
una razón ajena a la mujer de piel rosada, fue por las mentiras de Julián.
Apenado apago el cigarrillo y lo coloco en la silla.
−
¿Por qué estamos aquí?, pregunto la señorita J
Julián
apretó los dientes, la voz de la señorita J le parecía un poco irritante, pero
recordó el motivo de la reunión y guardo silencio, respiro profundamente.
−
¿Por qué hay tantas sillas vacías? ¿Esperamos a alguien más?, de nuevo la
irritante de la señorita J pregunto.
Julián
recordó todas las veces que la señorita J le gritaba con esa voz irritante, se
desesperó, pero no podía gritar, no podía estropear su reunión. Callo y saco un espejo de su
abrigo, se miró pero no se reconoció, decepcionado le entrego el espejo a la
señorita D, que tampoco reconoció su reflejo en el espejo, después la señorita
M al tener el espejo en las manos saco un labial, se dispuso a retocar sus
labios, pero al tratar de hacerlo se dio cuenta que la del espejo no era ella,
volteo para ver si el espejo reflejaba a alguien que estuviera tras de ella,
pero nada, la señorita M fue incapaz de reconocerse en este espejo. La señorita
J le arrebato el espejo a la señorita M, se vio en el espejo, no había nadie,
sólo se reflejaba la parte de atrás, la señorita J dejo caer el espejo, y lloro
en silencio.
Julián
recogió el espejo, lo coloco frente a su rostro y dijo en voz alta:
−Merezco
ser feliz.
Entonces
el espejo empezó a reflejar una tenue silueta, Julián sonrió y todas se dieron cuenta
de ello, la señorita D le quito el espejo.
−Merezco
ser más que un recuerdo, dijo la señorita D mirándose al espejo.
−Quiero
ser quien soy, dijo en voz alta la señorita M –y le entrego el espejo a la
señorita J.
−Soy
bonita, dijo la señorita J.
Julián
y sus invitadas dieron otra vuelta con el espejo, en voz alta recitaron lo que
ya habían olvidado, hasta que después de unas cuantas vueltas más, por fin
pudieron reconocer sus reflejos. Tanto se habían empeñado en olvidar a Julián que terminaron por olvidarse a ellas.
El caso de Julián era más complejo, él se había empeñado en recordarlas a cada momento, dejo de pensar por sí mismo y trataba de pensar por ellas, se miraba en el espejo y no podía verse solo, siempre se reflejaba junto a ellas, no podía reconocerse porque al tratar de salvarlas se perdió a sí mismo. Pasaron unos momentos, las tres señoritas se levantaron y se retiraron, no dijeron nada, simplemente desaparecieron por el portón de madera de la Iglesia. Julián se quedó solo nuevamente, tanto en la iglesia como en la vida, pero se vio en el espejo y pudo ver su reflejo, Julián sonrió, tiro la cajetilla de cigarros y su licorera a un basurero, se marchó de la iglesia con el espejo sobre su cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario