domingo, 28 de julio de 2013

The meeting

Julián está sentado, rodeado por sillas vacías que espera que en algún momento sean ocupadas por sus invitados. Está sentado en una iglesia vacía, solo él y sus pensamientos evitan que el lugar parezca deshabitado. Por un momento piensa en prender un cigarrillo, en darle un trago al coñac que tiene en la chaqueta, pero recuerda en donde esta y sabe que no puede hacerlo. Julián no cree en Dios, la razón por la cual decidió hacer la reunión aquí, es para que por lo menos Dios crea en él. Sus ganas de tomar y fumar se volvieron obvias con forme paso el tiempo. Julián se relamía los labios, se tronaba los dedos, comenzó a sudar, se reía de nerviosismo, sacudía los pies con rapidez, su mirada se incrustaba en el crucifijo que tenía frente a él y se preguntaba: ¿Qué estoy haciendo?
Para su fortuna o desgracia, se escucharon unos pasos que resonaban en todo el recinto, al principio Julián no tuvo valor para voltear, y después tampoco. Una mujer se paró frente a él. Julián bajo la mirada, cerró los ojos, trono sus dedos una vez más y encontró el valor suficiente para ver a la mujer. Era una mujer alta, de cabello corto, su nariz muy respingada, muy flaca, de piel blanca y ojos café. Ambos sonrieron de manera sincronizada, ninguno dijo nada. La señorita M paso a tomar asiento en una de las sillas vacías, colgó su bolso en el respaldo, pero antes saco un espejo y ya sentada se miraba en el, arreglándose las pestañas, y dándole color a su cara. En ese momento Julián recordó porque lo suyo no funciono. Volvió a bajar la mirada, abrió sus oídos para cuando llegara el momento de escuchar los pasos de la siguiente invitada.
La escena era bastante incomoda, la señorita M seguía maquillándose. Pero la suerte volvió a sonreírle a Julián, otros pasos se escucharon a lo lejos. Era la señorita J, que llego sin mirar a Julián, se sentó junto a la señorita M, la recorrió con la mirada, se echó a reír y se colocó con la pierna derecha encima de la izquierda. El nerviosismo de Julián se volvió más grande, más dañino, más doloroso. Por fin se decidió a darle un trago a su bebida, y prendió un cigarro, pero antes de que pudiera darle un golpe, la señorita J le arrebato el cigarro y lo apago. Julián recordó porque no había funcionado la relación entre ellos. Sin otro remedio se llevó las manos a la boca, se mordía las uñas y movía los pies con intranquilidad. Un poco después arribo la señorita D, una mujer de la estatura de Julián, de cabello lacio, muy largo por cierto, de ojos oscuros, de piel rosada, de pechos grandes, de nariz redonda. Julián se levantó al verla, beso sus cachetes y trato de recordar porque lo suyo no había funcionado. La señorita D se sentó y la reunión ya estaba completa.
Julián volvió a darle un trago al coñac que llevaba en una pequeña cantimplora plateada. Dio un suspiro que alarmo a la señorita M, que dejo su espejo y puso atención a lo que tenía que decir el joven. Julián le dio un vistazo a su alrededor, había muchas sillas vacías, solamente tres estaban ocupadas, pero no pareció decepcionado por que faltara alguien, al contrario, se vio muy complacido.
Julián prendió otro cigarrillo, la señorita D puso una cara de extrañeza y le pregunto a Julián, ¿Fumas?, él recordó que le había dicho a la señorita D que había dejado el tabaco por ella, entonces recordó porque lo suyo no funciono, y era una razón ajena a la mujer de piel rosada, fue por las mentiras de Julián. Apenado apago el cigarrillo y lo coloco en la silla.
− ¿Por qué estamos aquí?, pregunto la señorita J
Julián apretó los dientes, la voz de la señorita J le parecía un poco irritante, pero recordó el motivo de la reunión y guardo silencio, respiro profundamente.
− ¿Por qué hay tantas sillas vacías? ¿Esperamos a alguien más?, de nuevo la irritante de la señorita J pregunto.
Julián recordó todas las veces que la señorita J le gritaba con esa voz irritante, se desesperó, pero no podía gritar, no podía estropear su reunión. Callo y saco un espejo de su abrigo, se miró pero no se reconoció, decepcionado le entrego el espejo a la señorita D, que tampoco reconoció su reflejo en el espejo, después la señorita M al tener el espejo en las manos saco un labial, se dispuso a retocar sus labios, pero al tratar de hacerlo se dio cuenta que la del espejo no era ella, volteo para ver si el espejo reflejaba a alguien que estuviera tras de ella, pero nada, la señorita M fue incapaz de reconocerse en este espejo. La señorita J le arrebato el espejo a la señorita M, se vio en el espejo, no había nadie, sólo se reflejaba la parte de atrás, la señorita J dejo caer el espejo, y lloro en silencio.
Julián recogió el espejo, lo coloco frente a su rostro y dijo en voz alta:
−Merezco ser feliz.
Entonces el espejo empezó a reflejar una tenue silueta, Julián sonrió y todas se dieron cuenta de ello, la señorita D le quito el espejo.
−Merezco ser más que un recuerdo, dijo la señorita D mirándose al espejo.
−Quiero ser quien soy, dijo en voz alta la señorita M –y le entrego el espejo a la señorita J.
−Soy bonita, dijo la señorita J.
Julián y sus invitadas dieron otra vuelta con el espejo, en voz alta recitaron lo que ya habían olvidado, hasta que después de unas cuantas vueltas más, por fin pudieron reconocer sus reflejos. Tanto se habían empeñado en olvidar a  Julián que terminaron por olvidarse a ellas.

El caso de Julián era más complejo, él se había empeñado en recordarlas a cada momento, dejo de pensar por sí mismo y trataba de pensar por ellas, se miraba en el espejo y no podía verse solo, siempre se reflejaba junto a ellas, no podía reconocerse porque al tratar de salvarlas se perdió a sí mismo. Pasaron unos momentos, las tres señoritas se levantaron y se retiraron, no dijeron nada, simplemente desaparecieron por el portón de madera de la Iglesia. Julián se quedó solo nuevamente, tanto en la iglesia como en la vida, pero se vio en el espejo y pudo ver su reflejo, Julián sonrió, tiro la cajetilla de cigarros y su licorera a un basurero, se marchó de la iglesia con el espejo sobre su cara. 

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