lunes, 29 de julio de 2013

Patologías del amor

1
Ellos se toman de la mano.
Ella lleva una máscara en el rostro.
Él sostiene un cuchillo en su mano derecha.
Sonríen a la cámara. 

2
Viceversa...

3
Ella esta acostada sobre un diván.
Él en una silla toma nota.
Ella habla.
Él pretende escuchar y simula entenderla.

4
Viceversa,
a excepción de que él habla, y
ella si escucha.

5
Él sostiene el cuchillo en la garganta de ella.
Ella esta de rodillas frente a él.

6
Viceversa,
a excepción de que ella
sí lo ha degollado.

7
Él se encuentra frente a un espejo;
no se puede reconocer.
Él llora en un rincón tratando de deshacerse de ella,
del recuerdo que dejo en sus ojos.
Él piensa que llorando va a olvidarla, pero sus lagrimas extrañan el hombro de ella,
él recuerda en vez de olvidar.

8
Viceversa,
a excepción de que ella
sí lo olvida.

9
Ella toma de la mano a otro él.

10
No hay viceversa.
Aquí no existe similitud alguna,
no hay excepciones, no existió olvido para él, no existió otra para él.
Aquí no existe él, existen ellos en la mente de él.
Él se queda con los recuerdos que parecen más muertos que vivos.

11
Él se muere con el recuerdo de ella entre las manos, entre los ojos, entre el sexo, entre el alma, entre el suspiro, entre su costilla izquierda.
Entre suspiros él se muere entre recuerdos que se rencuentran en la tierra del olvido.

12
Ella vive sin recordar porque él se murió con su recuerdo entre las manos.
Manos que susurraban su nombre, que reclamaban caricias perdidas, manos que al tocarla tocaban el infierno, la muerte, el olvido, la condena perpetua del amor.
Manos de él para ella, caricias sin tacto, lóbregos recuerdos de ella para él.

13
Viernes.
El otro él viste una máscara.
Ella un vestido de flores.
El otro él le sonríe a ella.
Ella le responde, y se da cuenta que en su sonrisa llevaba aun el recuerdo de él,
el que se murió con los recuerdos entre las manos.
Sonrisa de ella para el otro él. Recuerdos que ella trato de olvidar, pero el fantasma de un beso no se extingue, ni con ajo, ni con limpias, ni con crucifijos, ni rosarios. El fantasma de un beso no se desmorona como los recuerdos de una sutil vida entre dos amantes, no se olvida, no se borra, se recuerda y uno se resigna. Ella se somete al recuerdo, al beso que él olvido en los labios de ella, ese beso que no se olvida no es el primero, si no el último, porque este encierra las promesas inconclusas. 

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