domingo, 14 de septiembre de 2014

La transición de los poetas

*Poema Visión de la locura



Hay locos de Manicomio,
        locos de Edificio,
                    de Calle,
                      de Estupidez.

Hay locos cuerdos,
        locos de pacotilla,
        locos de atar,
        locos de corbata,
Hay locos de escritorio
                   de pluma y de papel
                     de poesía,
                       de “¡sí señor suboficial!”

En este mundo hay locos en cada esquina
                                           en cada restaurante y
                                                 oficina.

Estás loco si sonríes al oler una flor
           estás loco si caminas en reversa.
Se está loco a las doce de la madrugada,
            se está ebrio y tumbado también.
La yuxtaposición del objeto de estudio:
                             es uno mismo.
                                  Sonríe.
                   Prozac. Paxil. Celexa. Luxov. Zoloft.
Pastillas que no te dejan dormir,
                    pegar la pestaña.
Hay locos de ensueño, los he visto.

Hay locos de mierda,
locos sin sentido,
locos de origami.
Hay locos de escaparate,
de burro y escudo,
de molinos gigantes
de vida y de muerte,
de destino y de azar.

El mundo está lleno de locos,
de fantasías, ¿hasta qué punto se puede comprobar la realidad?
La irrealidad pasa a ser la extensión de la insatisfacción de la existencia,
el reino de Oz,
el País de las Maravillas.
Hay locos de mierda
         locos poetas,
          locos premio Nobel
                    locos sonrisas inconclusas.
           
Nos transportamos del Siglo de las Luces
                     al retrograda ocaso de la conciencia .

En Indonesia había un hombre que no tenía sueños,
Se suicidó al medio día y por fin pudo soñar.

Existen las personas que ven el futuro en las manos,
en el café, en el iris, en una bola de cristal, en la baraja del tarot,
con los ojos cerrados, con arrugas en la frente, con micrófonos en tu casa, con poder divino.
Locos de Mierda.

¿Hasta donde el milagro se junta con la ilusión o hasta qué punto la visión divina se convierte en esquizofrenia?
¿La poesía se mide en suspiros?
    Los poetas se cuentan en suicidios.
   
Hay locos de amor
        locos de soledad
        locos nada más.

Hay, y yo los he visto,
             Locos voladores no identificados.

¿Hasta qué punto el psiquiatra sigue siendo el sanador?
¿Hasta qué punto el loco sigue siendo el paciente, objeto de estudio?

Y lo que es más importante ¿hasta qué punto el loco pasa de ser ese objeto de estudio a ser el objeto analizador y catalizador de una sociedad que ante sus ojos no es más que una colmena de locos de mierda encerrados en la Histeria de las Masas?

                   En este mundo hay locos de mierda y algo más… ¿?




Posiblemente.

La posibilidad del objeto.

Pequeño inconveniente

*Poema visión de lo inesperado




Nunca se está preparado 
para el fulminante disparo de la casualidad,
para la belleza de la eventualidad.
Lo que quiero decir es que:
¡nunca se está preparado para el amor!
Para el beso o el abrazo reconstruido,
porque el amor 
es solamente un intento.
es solamente eso.
Un intento de reconstruir el pasado.
La continuidad de las relaciones antecesoras.
Solo se ama a una mujer, 
 las siguientes,
únicamente son una extensión aural y corporal.
Digamos así: el beso que le diste a Mariana
continua en la saliva de Luz y se expande en el
   pequeño mordisco de Ana Lucia.
El abrazo que le diste a Silvana se prolonga
hasta la espalda de Roció y la
respiración entre cortada de Carlota.
Y esa mirada, que bien puede ser llamada:
“Amor a primera vista”
sigue y sigue más allá de todos los objetos,
de todas las líneas horizontales y perpendiculares que dibujan los cuerpos.
 Se dice, con gran acierto, que esa mirada se esparce,
  y
por eso es que María, Daniela e Isabel 
han sido tus amores a primera vista.

El amor es un pasadizo.
Un tobogán interminable de emociones.
Un ciclo que se repite, es la danza interminable.
Los gestos que habitan el amor son todos iguales.
No varían, se vuelven monótonos
se muestran repetitivos.
Es así:
Se llevan flores, se va al cinema, se conocen a los padres
de la víctima o del victimario. Se hace el amor,
se besa, se abraza.
Te quiero. Te amo. Me encantas. Te extraño. Perdón. No puedo vivir sin ti. Adiós. Muerte. Fin.
El amor es un acto de repetición,
repetición al infinito hasta el aburrimiento,
y nadie nos prepara.
Uno nunca está preparado
para el comienzo y mucho menos para el final.
La aparición se presenta sin buscarla.
La desaparición llega sin esperarla.
Cuando el amor se acaba, 
y créanme que se acaba, 
todo parece estar jodido. 
Pareciera que uno quiere reventar. 
Explotar. Estallar. Implosionar. Llorar. Caer. Suicidio. Muerte.
Todo es confuso, 
por ser educado, 
 y no decir que todo está vuelto una mierda. 
Cuando el amor se acaba, 
y créanme que se acaba,
Uno trata de hablarlo o al menos lo intenta,
pero al escuchar el insistente adiós...
 Uno termina por romperse. Se fragmenta.
       Se hace pedacitos.
              Truena el corazón,
              truenan las clavículas
              los ojos se rompen
              se divide el alma
                            se parten los labios
                             la piel
                             los dedos
                             las uñas
                             la mugre debajo de las uñas
                             Se desintegra cada átomo de nuestro cuerpo
               y se desintegran por los siglos de los siglos.
                      Ya al final
                           se fragmenta el individuo.
se nos olvida nuestro nombre, cada letra se desaparece.
                   y terminamos dudando hasta de nuestras propias creencias.
          Sin duda uno no está preparado, y
                           nunca lo estará.

El amor es una cosa espontanea.
                   Enamóranos, nos lleva un par de segundos
                               y 
                        es inevitable.
                   El amor pide todo.
Pide boca, pide palabra, pide pan, pide vino.
                El amor pide y pide
           y   uno nunca está preparado para
                       dar y dar,
   para consumirse en el reflejo que te
             proporciona el otro.
El espejismo del amor, en el oasis del cuerpo.


Nunca se ésta preparado
para salir a media noche 
y enfrentarte a la incesante lluvia que te moja
hasta las entrañas.
No se está preparado
para llevar una flor entre las manos,
metáfora hermosísima de la última voluntad.
No se está preparado
para la palabra que atraviesa tu garganta.
Nunca se ésta preparado para salir corriendo
hasta casa de Melina,
tocar la puerta, verla salir al otro lado del umbral
tan lejos de ti, tan lejos de tu cuerpo, ese que alguna vez tocó
e incendio más de una vez con sus incesantes caricias.
El paraíso en llamas.
No se ésta preparado para verla alborotada, 
con la cabellera desordenada, 
danza frenética del sueño interrumpido.
Sus ojos entreabiertos, su gesto de cansancio y hartazgo. 
No se ésta preparado para obsequiarle la flor,
decirle te quiero y sentir una
pedrada de regreso.
Nunca se ésta preparado para el incesante ¡NO!
que sale de golpe de los labios de Melina,
un incesante ¡No!
tan incesante como la lluvia,
tan incesante como el adiós,
tan incesante como el inevitable llanto,
tan incesante como las noches de insomnio. 
Uno nunca ésta preparado para
marcharse de casa de Melina,
Mojado. Jodido. Confundido. Muerte. Fin.
Confusión que viene del no saber si la humedad de tu cuerpo se debe
a la lluvia del cielo o a la lluvia de tus ojos.
Nunca lo vas a saber.

Nunca estas preparado para mirarla de lejos
acariciándose la cabellera con la mano derecha,
haciendo círculos con su dedo que se enrolla es un mechón de cabello.
Nunca estas preparado para verla sonreír por cualquier tontería.
No se ésta preparado para verla caminar orgullosa por los pasillos de la Universidad,
definitivamente, 
nunca se ésta preparado para ver su mano entrelazada en otra mano
que no es la tuya, que no será la tuya.
No se ésta preparado para verla con un pendejo, 
uno de esos chicos que no saben de qué hablar
más que del partido de anoche.
No estás preparado para ver como la desperdician
en habitaciones de moteles baratos, en besos desechables.
No éstas preparado y nunca lo estarás.
No estás preparado para el cigarrillo que te mata,
para el alcohol que te enferma,
para la bala que te atraviesa,
para los llantos y los sepelios.
No éstas preparado para empezar de cero; que mentira tan grande es esa,
como si se pudiera decir, gritar a los cuatro vientos:
¡Venga el abrazo! 
¡Venga el beso! 
¡Venga la casualidad de enamorarnos!
Pero en un intento por empezar de cero
  regresas al último lugar en dónde estuvieron juntos. 
       para tratar de recordar... de “sanar”. 
Para tratar de recolectar tus pedazos,
             Te buscas, para tratar, estúpidamente,
reconstruirte.
Y una vez que te encuentras y estás todo unido con cinta adhesiva
    te das cuenta que nadie nunca te prepara
  para volverla a ver.
                          Sentada. Solitaria. Calmada. Muerte. Fin.
           Y como sabes que nunca estarás preparado…
               tus fragmentos se fragmentan, reduciéndote a la nada.
                     Te conviertes en un estúpido e incesante intento de empezar de cero.

Uno nunca ésta preparado para sostener el revolver en la quijada o
la navaja en la muñeca.
Es una estupidez… ni mencionarlo siquiera.
Uno no ésta preparado para el amor, mucho menos para la para la muerte platónica;
lo digo así
porque al igual que existe el amor platónico
            hay la muerte platónica.
                   “Morir de amor”
                                    sería lo platónico en la muerte,
pero es cierto, comprobable hasta cierto punto,
      que nadie muere de amor,  
             y que triste
                    porque se puede morir
de decepción
de vació
de soledad
de guerra
de bala
de cuchilladas
de violación
de desaparición forzada
de deuda
de vergüenza
de hambre
de ganas
de feminicidio
de homicidio culposo
de risa
de envidia
de rabia
se puede morir incluso
de aburrimiento,
pero jamás de amor.
Simplemente no se puede,
 me es inconcebible pensar en
mirar el obituario y leer:
“José Martínez, muerto en accidente automovilístico.
Manuel Acuña, falleció por los besos que no dio”
No...
no lo puedo ni imaginar.
Nadie muere de amor.


El amor nos reduce a esto:
a una larga lista de no-preparaciones,
de incertidumbre y nostalgias de procesión.
Una lista interminable de defectos. 
Fallas. Errores. Excusas. Muerte. Fin.
El amor es 
              una guarida de conejo
                            por la que caes y caes sin
                                     estar preparado para la caída.

Nunca estas preparado para encontrarte repentinamente frente a Melina.
Sentir como su mirada se incrusta en tu pecho
y aún después de años tener esas infantiles mariposas en el estómago.
Preguntarle sin remedio
si quisiera visitar el Zoológico contigo.
Nunca se ésta preparado para el sorpresivo ¡SÍ!
para volver a tomar su mano,
para retratarse junto a los rinocerontes,
junto al tigre de bengala.
No se ésta preparado para ese momento
en que Melina te propina un beso de conmoción,
 se te acerca al oído y te susurra:
“como te extrañe hijo de puta”
Y Finalmente te das cuenta, 

con tristeza o alegría,
que, sin duda, uno nunca ésta preparado
para

            vivir.

domingo, 17 de agosto de 2014

La puta locura



*Poema visión de una borrachera


La locura abre sus puertas; y ahí estaba YO. Bailando, fumando. Tequila. Marihuana. Ya
   solo quedaba el recuerdo de la noche, del viento en mi cara y las náuseas. Amanecía.
      Me miré en el espejo, mi cuerpo iba a todas las direcciones al mismo tiempo.
          Era por eso que el mareo y la gran noche regresaban. A mi mente retornaba
               la imagen de esa mujer de la pantalla, la mujer camaleón que cambi-
                                                               aba
                    de forma conforme la música subía de volumen. Pensaba en
                                                                la
                       mujer que se mimetizaba con los colores de la noche, la
                           forma femenina que tiende a la profundidad, al osc-
                             uro callejón sin salida, y para colmo estaba esta  
                                 gran cabeza de Buda mirándome. Esta esta-
                                    tua que brillaba junto conmigo, ambos
                                      tratábamos de resolver el acertijo de
                                           la existencia. No quedaba más:
                                             empapado de luz rosa, verde
                                                 y   naranja pensé:  en la
                                                  locura se brilla, se está.  
                                                          La puta locura
                                                                  Fin.  
                 

domingo, 10 de agosto de 2014

Delirio ocasinal

*Poema visión - visión



Salté dentro de sus ojos,
caí entre túneles de parpados, sueños y pestañas,
entre nervios y sangre.
Caí por su cuerpo interminable
jugando a dibujar espirales desnudos.

Salté, arriesgándome a morir,
al vacío de su mirada, al infinito de su pupila.
Durante meses y meses estuve
en un estado de caída libre.

Y justo al final del ojo, cerca del sueño
                          y  la ceguera,
 Sigo cay
               e
                  n
                     d
                        o


                                


       
                     

El recuento de los daños.


Era una mujer brillante, no me refiero a que fuera muy inteligente, sino que en verdad brillaba, era un destello en medio de las calles vacías y mal olientes. Era la lucidez del manicomio. Esta mujer que por cuestiones prácticas llamaremos: LagunasMentales, llevaba a cabo el recuento de los daños sentada frente a un escritorio ya viejo, que claramente estaba dentro de esta larga cuenta. Pero lo que ella llamaba “el verdadero recuento de los daños” ya lo había olvidado hace tiempo. LagunasMentales movía la pluma constantemente sobre la amarillenta hoja de una libreta, que lamentablemente estaba también dentro de la lista de los daños incontables. El tiempo se vuelve una postal de nostalgia, el viento ya no la quemaba. Empieza por numerar los daños de mayor a menor importancia, número uno: Pablo, número dos: Isaías, número tres: el cansancio, número cuatro: el viaje al Pacifico, número cinco: el pensamiento extraviado, número seis y penúltimo daño: la larga estancia en el sanatorio San Mateo, número siete: lo he olvidado, escribió sobre la hoja.


Era una mujer exquisita, muy linda; llena de pecas y cicatrices. LagunasMentales trataba de recordar algo más sobre los daños enumerados; recordaba sin duda el cabello de Isaías, la nariz de Pablo, la brisa de la playa… se esforzaba por recordar, pero los grandes espacios de vació en su mente no la dejaban. Trató de encender un cigarrillo pero para este punto ya se había olvidado de cómo hacerlo, ¿era algo como encender la parte amarilla y ponérselo en el oído?, sus manos comenzaban a temblar, pero también, para su miseria, había olvidado lo que era sentir miedo, ¿era algo como temblar, bailar y comer? La pobre ya no sabía cómo, ni cuando, ni dónde. Seguía mirando el pedazo de papel, pensando en quien sabe que cosas, ideas sin sentido, oraciones inconclusas… su mente era un papel en blanco, un huevo estrellado y un cristal agujerado. Sin darse cuenta, o tal vez tratándolo de olvidar, ella misma era un recuento de los daños, tan diluida estaba, que ya amaba sin rostro y sin cuerpo, se cepillaba la silueta oscura, se lavaba el vacío y recordaba la nada. LagunasMentales, esa hermosísima mujer que habría amado hasta el fin de los tiempos, ella era capaz de tomar quince tragos de coñac y permanecer en un solo pie, era capaz de tantas cosas, ahora no sabía ni posarse sobre sus dos piernas, ahora ella se preguntaba qué había pasado aunque era una pregunta sin retorno, una que se perdía entre el eco de las habitaciones de la casa. Ya no quedaba nada, quedaba ciertamente el revólver y una bala. Entonces se colocó el agarre bajo la quijada, y el cañón entre las manos, el disparo se estrelló contra la pared, y ella se tiró al suelo, dejando su cabello rojo tendido sobre la duela. Pensando que estaba muerte, que su cabello rojizo era la gran mancha de sangre, permaneció ahí quien sabe cuánto, haciéndose la muerta y la desangrada. Y esta muerte fingida, era como el punto final en la gran lista del recuento de los daños, aunque ya no lo recordaba. Digamos que todo quedo en un largo: podría ser.

lunes, 4 de agosto de 2014

Te cielo




"El corazón sólo recuerda nubes, perdidos sueños e intangibles formas!"

-César Brañas.



<<Te cielo>> Tú me escribiste tres cartas, una en un sobre amarillo, otra en un sobre azul y la última en una hoja con nubes. Escribiste: dame un beso, no me dejes, te quiero mucho, eres como una estrella fugaz. Espero que estemos juntos en nuestra locura escribiste. <<Te cielo>> Solo tres cartas, no bastaba más; azul, amarillo y nubes, me lo repito todas las noches mientras miro el cielo y pienso en ti; cuando me escribiste: “eres como una estrella” <<Te cielo>> Y entonces desaparezco entre mis pensamientos. Uno, dos, tres… contengo la respiración… ¿se puede llegar al cielo sin alas? Escribiste, ya no recuerdo que escribiste. Azul, amarillo y nubes… Otra vez desaparezco; esta vez… para siempre ¿Se puede llegar a Venecia en canoa? Escribiste: te quiero, no me dejes… <<Te cielo>> ¿Qué es eso? <<Te cielo>> ¿Cómo? <<Te cielo>> No puedo entenderte. <<Te cielo>> Olvídalo, te odio… <<Te cielo>> Ahora desaparezco entre el azul, el amarillo y las nubes de tus cartas. Trescientas setenta y nueve palabras, entre el azul y el amarillo. Doce mil leguas de tristeza submarina. Entonces tomé un pedacito de papel y escribí: Se renta paraíso en ruinas; y me eche a dormir. <<Te cielo>> y entre el recuerdo de las nubes me perdí. Perdón pero es que tengo una mujer atravesada entre los parpados. Otra vez, pienso en lo que escribiste: “espero que estemos juntos en nuestra locura” <<Te cielo>> yo también lo espero… azul, amarillo, nubes. Cincuenta mil leguas de tristeza submarina. Me sumerjo entre las líneas de tu carta, la perfecta caligrafía, la horrenda y casi nula rima. Solo somos cuando no estamos; entre extrañarnos y olvidarnos, ahí estamos… tratando, más bien superviviendo, más bien… atados; amándonos a pedazos, a parpados, a sueños, a distancias, a suicidios. <<Te cielo>> que extraña expresión, que querrás decir con esto, seguramente que me regalas el cielo, que egoísmo el tuyo, tanto cielo, tanta altitud, tanta lluvia, tantos aviones y… el único cielo que recuerdo, es ese entre azul y amarillo, lleno de nubes y letritas. Ahora yo quiero inventar una expresión, no sé si de amor… pero… ya que no me queda nada… en este instante en el que poco a poco desaparezco… solo puedo escribir algo como: <<Te Universo; no me olvides>>

martes, 29 de julio de 2014

Correspondencía

Tal vez en un papel escriba cuanto te quise. Usando palabras como: incuantificable, inconmensurable, cósmico, interminable, infinito, sinfín, laberinto, sueño. Porque para amarte me sobra tiempo y me falta vida. Se tan poco de ti, es por eso la carta. Porque el tiempo vuela sin cesar: como los sesos con la bala, como los pájaros con el norte, como las hojas con el viento vuelan. Una carta es parecida a un entierro, en ella sepultamos los recuerdos más dolorosos, ¿Por qué el amor lo siento tan insoportable? Te quise incuantificablemente. Ahora pestañea y prosigue. Te olvido un sinfín; casi a todas horas, esto va un poco así. Tomó una ducha entonces te olvido, Miró las noticias entonces te olvido, es la hora de comer y entonces te olvido, el paseo matutino entonces te olvido, el café con leche entonces te olvido, la noche, las estrellas, la cama, y con los ojos cerrados te sueño y entonces te olvido.

Tu recuerdo es un laberinto, pensarte no es ver tu rostro, escuchar tu risa. Es dar vueltas y vueltas tratando de encontrarte. Parto del pensamiento al sueño, te busco desde el ser hasta el no ser. Pides tanto y tengo tan poco, apenas unas letras, una existencia tan pobre. Queridísima; yo soy un poeta de moteles baratos, de lunas esqueléticas, de cigarrillos de quince centavos. Te quise interminablemente. Con esto quiero decir que aún no termino contigo, tú conmigo... poco a poco. Tal vez en un papel exista la infinita posibilidad de encontrarte y crear junto a tu presencia un lugar menos sucio en dónde encontrarnos casualmente cuando tú o yo caminemos por las calles del recuerdo. Si no… entonces te olvido.

viernes, 25 de julio de 2014

Discúlpeme



Pero a vos le gustan los pendejos, porque no puedo explicarme que aquel miércoles yo despertase y usted ya no estuviera acostada fumando su tan acostumbrado cigarrillo matutino. A vos le gustan los pendejos; esos jóvenes con mierda y porquería en la cabeza. Le gustan esos que tienen mansiones de pasillos interminables. A vos le gustan los pendejos, o como explicarme que ese miércoles, después de despertar yo me asomara por la ventana y te viera en la calle con tus maletas, pidiendo un taxi. Como explicar que me volteabas a ver y me gritabas desde allá abajo, con un pie ya en el automóvil: “Hasta nunca hijo de puta” A vos le gustan los pendejos, los jóvenes que conducen un mercedes Benz. Sos una puta, una cualquiera, lo siento, pero solo así podría explicarme que después de tomar el café, me diera cuenta que de mi estante habían desaparecido los Cortázar, los Bioy Casares, los Jacques Prevert que había comprado ya hace un tiempo. Sos tan despiadada… no tenes ninguna consideración.

Yo a veces me siento un poco desdichado cuando pienso en vos, en que preferiste unos bolsillos llenos a unos casi vacíos. Me pongo tan triste de pensar que a vos le gustan los pendejos, y comer langosta y beber champagne. Hay tantos pelotudos en las calles, que no me sorprendería verte por ahí, un día cualquiera, con uno de mis libros bajo el brazo, discutiendo sobre el color del sombrero que deberías usar en la cena de esta noche; llena, invariablemente, de muchos pendejos. Pero vos no sabes nada de la vida, que lástima que te fueras así no más, gritando: “Hasta nunca hijo de puta”, pero ya sabrás lo que es amar a un pendejo, no se puede. Son muy tercos, en las noches hay que arroparlos y hay que convencerles de que lo que brilla en el cielo son las estrellas y no una lluvia violentísima de meteoritos. A vos le gustan los pendejos, discúlpeme, pero yo no le encuentro otra explicación a ese incesante intento de querer ser una persona perdidamente ordinaria. Pudiendo conmigo volar aunque sea un poquito.

Porque sos muerte

"Muerte puta, muerte cruel, muerte al pedo,muerte implacable, muerte inexorable,
misteriosa muerte. Muerte súbita, muerte accidental, muerte en cumplimiento del deber."

-Oliverio Girondo

(Porque sos muerte)                                                                                                            


Sos una muerte estúpida,
una muerte
                implacable.

Sos una muerte de azulejos rotos
                  de ojos vacíos. 
                                  Muerte nada más...

Sos una muerte sin sentido,
de rosas y huesos.
Una muerte puta,
sucia,
grasienta,
lagrimal,
locura.
Sos una muerte putísima.

Una muerte de cristal,
de todos los días,
tan injusta.

Sos una muerte excursionista...
Que
                               va                y
vie-ne.

Sos una muerte de aburrimiento,
de metal,
de magnesio,
de palabras con M.

Sos una muerte de jazz
             de catala,
                                    de jardínes oscuros.

Sos una muerte de buffet;
                                       exquisita.
Muerte al cumplimiento del deber.

Sos una muerte de posesión,
porque
tenerte es;
morir en un beso.

Sos muy parecida a la muerte
digamos así:
flacucha,
pálida, e
irremediablemente hermosa.

Sos más que muerte, más que exquisitez, más que huesos y rosas. Sos, por decirlo de algún modo, un papelito en el que alguien escribió: buena suerte.

Sos una muerte mujer,
esto explicaría
la flor en el cabello,
tus pechos abultados,
tu incesante intento por jodernos
la vida.

Sos una muerte balas de fusilamiento
(Porque sos muerte)
Te Quiero.

miércoles, 16 de julio de 2014

Hace dos meses

“Siempre serás mío, aunque suene egoísta”, dijiste alguna vez. “Seré solo tuyo aunque suene estúpido”, contesté. ¿Y cómo extrañarte sin hacerme añicos? Hay días en los que te quiero menos. Me preguntan: ¿Pero si hace dos meses no creías en la existencia del alma? Y yo respondo, pero hace dos meses era menos de lo que soy ahora, tal vez en dos meses más no crea ni en mí mismo. Existo porque me piensas. Y tal vez en dos meses ya no exista. Sí, me olvidaste. Probablemente dos meses después ya exista otra vez. Y si me reinvento y ya no tengo forma de hombre y soy ahora, no lo sé: Viento. ¿Seguiré siendo tuyo? ¿Cómo podrías atraparme? En un frasco dirías tú. Esperarías; yo sé, una pequeña brisa para acorralarme. Que egoísta, que estupidez.

Existo porque me piensas. Así de frágil es mi existencia. Así de jodido está el asunto. Si en dos meses más me convierto en agua, entonces me tendrías atrapado en la bañera. Pero pasan otros dos meses, sin pausas, sin fines de semana. Entonces alguien me preguntará. Hace dos meses usted era agua, y ahora una burbuja. ¿Cómo es posible eso? Y me aventuraré a responder; hace dos meses era menos de lo que soy ahora, tal vez en dos meses más no crea ni en mí mismo.

Siempre la misma respuesta… siempre la misma pregunta, pienso. Siendo el caso de que en dos meses yo sea un árbol muy lindo, grande, con las hojas más verdes ¿qué harías tú? Talarías todo el bosque hasta encontrarme, me convertirías en una silla. Estaría solo, siendo la cama improvisada de tu gato. Pasados dos meses más, alguien me preguntará. Hace dos meses usted era una burbuja y ahora una silla de madera, pero ¿Cómo es posible eso? Ya lo sé, usted dirá que antes era menos de lo que es ahora, y que tal vez en dos meses no crea ni en usted mismo. ¿No es cierto? Muy cierto responderé yo, además añadiré a mi respuesta lo siguiente. Pues ya lo he pensado muy bien: Sí, es cierto, pero en dos meses yo seré, a lo mejor hombre otra vez. Y si usted me preguntará ¿cómo es posible eso? y yo le contestaría: Hace dos meses era menos de lo que soy ahora, tal vez en dos meses más no responda nuevamente a sus  preguntas. Que no se da cuenta que él que no cree aquí es usted. Si fui silla, burbuja, árbol, viento. ¿Como es posible que no crea en el alma?. Aquí el incrédulo es usted, que preguntas tan estúpidas.

lunes, 14 de julio de 2014

Las huellas del tiempo



Es tan linda la postal que me has mandado. Te echo de menos, tan solo un poco; no te creas tan indispensable. Aunque así sea. Como pasa el tiempo, aún recuerdo que hace un año estabas dibujando unas lindas casitas en un papel a un lado mío. Aún recuerdo… recuerdo un poco solamente.

Que linda es París a un lado tuyo, que linda Roma, que linda Europa. Qué lindo el Mundo. Que linda postal me has enviado, la recibí por la mañana. Junto con el diario: Masacre en Gaza, Israel viola el tratado internacional. Pero yo solo pensaba en vos. Que lindas las flores, que linda que te ves allá por donde estas; lejos. ¿Cuantos años cumplirás en dos meses?, ¿cuantas velitas soplaras?, que el viento no se lleve tus años, que las velas no se apaguen, que vos regreses. Qué lindo, que lindo…el océano purpura tras tu cabeza.
Como pasa el tiempo, los minutos que se hacen historias. Los días que se hacen fotos, los años que se hacen nostalgias. Fue por la mañana, a eso de las siete; llegó Julián, el cartero. Con la postal y dos cartas del banco. Y el diario: Masacre en Gaza…masacre en Gaza…niños y mujeres… Israel viola el tratado Internacional. Pero vos, la postal. Que linda, París y la fotografía y vos.

Me senté a la mesa, como pasa el tiempo. Una taza de café, dos por si acaso. Uno nunca sabe. Abrí el sobre, ahí estabas. Cerré los ojos un instante, uno nunca sabe. Como pasa el tiempo, que triste es pensar que hace un año vos me abrazabas tan fuerte, tan lindo, tan “me rompes los huesos”. Recuerdas como nos conocimos, un té chai; sí, eso te gustaba a ti.  Me mandaste unas pequeñas letras en una hoja, aparte de la postal. ¿Qué decían? : Las palabras/no hacen el amor/ hacen la ausencia/ si digo agua ¿beberé?/ si digo pan ¿comeré? Qué triste. Ausencia, hay que mirar al cielo, abrir la ventana, ver si vos vienes por ahí, bajando la calle. Uno nunca sabe.

Que vacío, tremendo, oscuro, ausencia. Y si las palabras no hacen el amor y hacen la ausencia. Si digo tu nombre ¿es acaso que moriré?, mejor no; me callo. Como pasa el tiempo. Le di un trago al café, pero que amargo. Tras la carta había una foto, la postal. Que linda fotografía. Que linda que sos vos. Como pasa el tiempo… Recuerdas, sí recuerdas, estoy seguro. Que vos leías mis poemas y yo me hacia el tonto, el que no escuchaba. Recuerdas como tomabas el té chai. Sí, la manera, parecía que te bebías el universo a sorbos, de poquito a poquito. Estaba hirviendo, sí el Universo, que tontería. Puras palabrerías, pero hay que acordarse, de vez en cuando. Uno nunca sabe... uno nunca sabe.

Me quede quieto durante unos segundos. Historias. Te miraba el cabello, las piernas, las manos. El cielo purpura. Qué lindo es saber de ti, de Europa, de París, de Roma. Que estés bien, no estés triste. Es maravilloso saber de ti, el verano pronto acabará, supongo que regresarás, aunque digas que no, aunque no quieras. Uno nunca sabe. Pero qué lindo es saber de ti, que existes; que no estoy loco, que vos… un poco tal vez. Loquísima. Ya se me acabo el café. Tu postal la puse sobre la mesa. Ahora el diario: Masacre en Gaza, Israel viola el tratado internacional. Que desgracia. Pero vos… no aparto la vista, no puedo. Sí la postal se va, se escapa a quien sabe dónde. Tal vez París, tal vez Europa, Tal vez Roma. Uno nunca sabe. 

Como pasa el tiempo, y nos deja sus huellas: una postal, bombas, tanques, niños y mujeres, El Tratado Internacional, flores. Uno nunca sabe si mirar al cielo, si  mirar el suelo. Como pasa el tiempo, y sus huellas. Te extraño, te suspiro, té chai. Qué lindo es saber de vos, que existes.


Una vez dijiste; “para guardar algo en tu memoria tan solo hay que escribirlo en una hoja de papel y esconderla”. Entonces escribí: tiempo, hay que guardarse un poco, uno nunca sabe. Qué lindo saber de vos. Las huellas del tiempo: un dibujo, un librito con muchas hojas, con mucho tiempo. Tu postal. Qué la pases bien. Ahora el diario. 





jueves, 26 de junio de 2014

Es un arte...como todo.

"Unos fuman, otros beben, otros se drogan,
otros se enamoran... cada quien se
mata a su manera"



I
El despertador se encuentra junto al  cenicero. Ya por si solo esto involucra una metáfora hermosísima en la que Esteban se ve envuelto cada mañana: El tiempo que se consume, nos consume.
Suele ser agrio despertar y no verte. No volveré a hablar con Dios, pensaba Esteban mientras sacudía su cuerpo de las sabanas y callaba el espantoso ruido del reloj despertador. De nuevo el mismo dolor en la nuca que lo obliga a llevarse las manos a la cabeza, el mismo dolor, el mismo dolor… Después de un rato todo empieza a volver a su lugar, los pensamientos de Esteban se van acomodando para tener sentido; y así pasa de pensar en ciempiés, tijeras y colores, a pensar: es tarde, maldita sea, de nuevo y como siempre es demasiado tarde.

II
Empieza otra jornada. Otra larga caminata al parque y de regreso solo para ver que todo marche bien. Para comprobar que el mundo no se ha acabado o que no se ha vuelto loco…aún. Caminar es como una meditación activa, Esteban lo sabe y es por eso que lleva la mente en blanco. Esta sensación de  vacío, de un blanco puritano tan asqueroso es lo que lo hace recordar. Hay un recuerdo, de todos los que pasan por su cabeza, es preciso saber que solo uno, de las millones de imágenes que se le presentan, es el que le causa pararse siempre en la misma calle. Voltea hacia atrás para verificar que nadie le siga. Entonces a su lado hay una pared enorme, que alguien, quien sabe porque motivo puso ahí. Una pared de ladrillo. La observa maravillado, como un tontuelo. Recorré con la vista cada centímetro que compone esta gran pieza, la examina con tranquilidad. Esteban ve algo que no está, algo que debería ser pero que no es.

Pasan unos cuantos minutos antes de que cierré los ojos y tomé el suficiente valor para volver a abrirlos y regresar a casa. Y mientras se marcha se dicé a sí mismo: Todo marcha bien…perfectamente.

III
− Promete que la pintaremos, como en las fotografías  que me has enseñado. Promete que será algo así como nuestro testimonio.

−Sí, supongo que no estaría mal.

−Pero promételo, con el dedo ¿sí?

−Prometido…

Se acuerda de esto mientras toma una taza de té. Comienza a recordarlo todo. Había que pintar la pared porque se lo había prometido con el dedo. Pero era cierto que ella ya no estaba, que se había marchado. Pero era una promesa…

IV
Salió con un bote de pintura blanca y una brocha. Se detuvo frente a la pared. La contemplaba con el mismo asombro de siempre. Cada día, durante tres años la miró del mismo modo, sin pestañear, resistiendo las ganas de llorar, las ganas de destruirla. Hoy por fin era el día de ponerle fin a todo este asunto tan absurdo. ¿Cómo no pude superarlo?, pensaba. Es un asunto tan estúpido, pero algo le decía que no del todo. Se quedó sentado frente a la pared una vez que la había pintado de blanco. Le faltaba algo... “Como en las fotos que me has enseñado” “Promételo con el dedo”…”Sera como nuestro testimonio…promételo”, escuchaba Esteban.

V
Los momentos más dolorosos que uno experimenta son aquellos que van acompañados de un recuerdo, de uno en especial. Esos fueron los cinco minutos más largos en la vida de Esteban, aquellos momentos en los que con la brocha y un poco de pintura negra escribía la frase que haría de epitafio, porque esa pared sería como la tumba de ese lindo recuerdo. Cinco minutos bastaron para olvidar el sufrimiento de tres años de vació.

Y así, una vez terminó. Se marchó sin titubear, sin voltear hacia atrás. No llovió, mucho menos salió un rayo de sol para iluminar el rostro de Esteban. Era un día cualquiera, con un clima cualquiera, sin nada de especial y con muchas cosas comunes que nadie se detiene a observar.  Cumplió la promesa, lo hizo; por el dedo o por cualquier otro motivo. Y se fue, nunca más volvió a mirar hacia atras. Llegó a dormir. El despertador junto al cenicero: El tiempo que se consume, nos consume.

VI
La pared decía: Morir es un arte, como todo…

martes, 3 de junio de 2014

París



París no volvería a ser igual, aunque seguía siendo París
-Ernest Hemingway


Haberla encontrado hubiera supuesto un gran triunfo para mí en otras circunstancias. Ahora me siento mal por haberla encontrado. Por haberle invitado a ver la exposición de Monet en el Museo de Artes Extraordinarias. Sabía que esto no estaba bien y aun así le leí unos fragmentos de mi diario. “Día 438 en París: Soñé que era una planta, era terrible, no podía moverme, llovía y el agua era tanta que mis raíces eran incapaces de absorber todo el líquido, me hinchaba. Después salía el Sol. Me brotaba una flor por el tallo. Al día siguiente conocí a Isabel en la terraza de un café, era como la flor”. Ella sonreía al escucharme.

Visitamos un jardín con muchos tulipanes, y ahí encontramos un colibrí muerto. Tenía las alas abiertas como queriendo volar. Jamás pensé en la muerte de este modo tan hermoso. Y es que su cuerpecito verde y sus alas brillantes me hacían pensar que era lindo morir. Ella se puso a llorar  sobre mi hombro, sin que se diera cuenta guardé el cuerpecito en el bolsillo de mi gabardina. Fuimos a mi departamento, cruzamos algunas calles. Comenzó a llover y ninguno de los dos llevaba un paraguas. Caminamos mojados y yo solo pensaba en el muerto que traía encima.

Llegamos por fin. Me deshice de mis prendas mojadas. Isabel entro al baño y al salir llevaba una ropa interior blanca, comenzó a bailar de una forma extraña. Bailaba un jazz que solo existía en su cabeza. Prendí un cigarrillo y abrí una ventana que daba a la calle, sentía las pequeñas gotas que me golpeaban el rostro. Ella seguía un paso violento. Afuera el cielo se caía a pedazos, y las calles se inundaban de porquería y mierda que salía de las alcantarillas, el frío que entraba por la ventana, el molesto olor a tabaco quemado; pero ella solo bailaba. Se reinventaba. Era un lindo juego el que jugaba Isabel. A veces hacía un sol tremendo y ella salía para el acuario en bicicleta y llegaba empapada y decía que había nadado con los peces, que ella era como una sirena. Y yo sabía que era mentira, que estaba empapada en sudor, delirando por el calor. Ella jugaba a esas cosas y yo solo era como un fantasma espectador.

A las dos semanas de haber recogido el cuerpo de aquel colibrí ya no quedaba nada de carne, puros huesos. Entonces lo lije y lo pulí para poder usarlo como pisapapeles. A veces me pasaba horas mirándolo. La muerte es un misterio tan grande y yo no podía explicarme como es que podía caber en un esqueleto tan pequeño. Isabel se disgustó porque hace tiempo no le prestaba mucha atención, el colibrí me tenía confundido y seducido. Se marchó del apartamento, ahora solo me queda la vista de la Torre Eiffel. Decidí dar un pequeño paseo, tomé mi gabardina y salí sin un rumbo fijo, llevaba el esqueleto de mi amigo en el bolsillo, como un amuleto de buena suerte. Caminé varias cuadras con la mente en blanco. Después de un tiempo encontré una banca para descansar, prendí un cigarrillo más, unos cuantos minutos menos de vida, qué más da. El cigarrillo me matara a mí como tal vez el néctar mato al colibrí.

Ya sabía que todo terminaría mal, no sé porque me esforcé en convencer a Isabel de que se fuera a vivir conmigo. París se supone es todo amor, es todo flores. Se supone que debería ser un paraíso de croissants y de mimos aprisionados en cubos invisibles. No deberían de morir los colibríes aquí, ni tampoco las muchachas deberían irse así nada más. Aquí no debería de existir eso, sin embargo existe y es terrible pensar que París es un refugio de corazones rotos al estilo de Rigaut. Aquí los poetas se juntan en los cafetines para discutir sobre los surrealistas, sobre los impresionistas y sobre el átomo. Es por eso que no me sorprendió llegar a mi departamento y ver la puerta abierta, entrar y encontrar a Isabel con un tiro en el pecho, sujetando con su mano el pequeño esqueleto del colibrí. No me resulta complicado pensar en las razones del suicidio y de que nadie bajará al escuchar el disparo y ver la puerta abierta. Pude ser yo, pensaba mientras le cerraba los ojos a Isabel.

Lo que si no podía explicarme era la muerte. Seguía sin entender el tamaño de este misterio, era tan pequeño como para caber en un colibrí o era del tamaño de un hombre o era algo más grade. O seguramente era como esas muñecas Rusas, esas que tienen una dentro de otra y se van haciendo más pequeñas. Tendría que ser así.  Todos llevamos algo de muerte dentro de nosotros, entonces es una sucesión de muertes, empezando por una muy grande y culminando en el colibrí. Así pasa, así pasó y así pasará.

Entonces volví a escribir en mi diario. “Día 479 en París: Querido diario Isabel se suicidó con un tiro al corazón, el cuerpo del colibrí está más radiante que nunca, estoy tratando de dejar de fumar. Tomó largas caminatas para olvidar un poco todo este asunto de la muerte. Me he estado reuniendo con los poetas en el cafetín de la 72, hablamos sobre el átomo y la fuerza gravitacional. Me siento mal por esta ciudad, uno pensaría que aquí todo es arte y poesía. Pero yo solo veo muertes, los mimos se han vuelto una linda leyenda; no he visto ninguno desde mi llegada aquí. París es linda, pero es un refugio para corazones rotos y eso a veces la hace un poco insoportable…”

domingo, 20 de abril de 2014

Profesiones insolitas

Hay un hombre, esto debe quedar claro, solo es un hombre en toda la faz de la tierra el que extrañamente puede desempeñar este oficio tan difícil. Es algo hermoso, lo digo porque yo lo veo todas las mañanas cuando camino por el parque y veo las calles moradas. Entonces me siento en una pequeña banca, porque hay que sentarse para ver a este hombre trabajar. De pronto este sujeto aparece con una escoba verde, se pone a barrer las flores de las Jacarandas que caen al piso. Uno puede contemplar como el hombre se llena de dicha, de perfume violeta, durante una hora completa este sujeto barre las calles del parque, después de esto junta una enorme montaña de flores, las mete todas en unas bolsas negras, se marcha. Yo siempre me quedo hasta el final, disfrutando los últimos momentos de esta hazaña matutina. Veo como el hombre se aleja entre la luz del sol, dejando todo el lugar devastado, veo cómo se va con la escoba y las bolsas llenas de flores. Ya lo que haga con las flores no es asunto mío, pero yo imagino que un profesional de su talla llega a su casa, deja la escoba a un lado de la puerta. Abre la bolsa y deja caer todas las flores sobre una mesa larguísima. Se pondría a escoger las flores más bonitas, las de más olor, las más violetas, las menos parque, las más vida, y toda esta selección natural sería con el fin de hacerle un bonito collar a su mujer o unos pendientes o unas lindas cortinas. Y cuando el collar se empieza ha entristecer, y se empieza a morir poco a poco, ella sonríe y se pone muy feliz; la esposa más feliz mundo, porque sabe que mañana tendrá otro collar o quien sabe, si tiene suerte, le regalarán un autorretrato violeta; un espejo floreado.