miércoles, 10 de octubre de 2018

El Diablo

*Texto Histérico-paranoico-narcisista



El Diablo no está en las guerras ni las desdichas del mundo. No hay un diablo bajo la cama a media noche. No hay diablos encerrados en el closet cuando los faroles de la calle dejan de parpadear. El diablo no está en el reflejo del espejo... el diablo no está en la aguja que atraviesa la piel, el disparo de adrenalina. El diablo no anda por las calles haciendo que las personas salten de los puentes o de las ventanas, no está en el hospital desconectando a los enfermeros terminales, no se encuentra sentado sobre una pila de podredumbre y moscas. El diablo no está en el arcano XV del tarot. Mi madre, dice que el diablo es más sutil, que si pones atención puedes verlo en los detalles. 

Yo he visto al diablo a los ojos, lo he visto en el roce delicado de mis dedos en la boca húmeda de una mujer desnuda, lo he visto en los senos y nalgas de la misma mujer desnuda, en su sexo mojado y caliente. He escuchado como me susurra: “hasta el fondo”. El diablo se encuentra en una mirada lasciva, en una lencería de encaje y en el espasmo inesperado... Yo he visto al diablo a los ojos, he caminado costado a costado junto al diablo... El diablo no está en una puñalada, bien mi madre me lo advirtió: “el diablo es más sutil...” y así fue que lo encontré: En un beso, en un apretón de manos y en un abrazo... lo encontré diciéndome “hasta luego”, “hasta nunca”, “hasta pronto”, “no eres bueno en la cama”. Al diablo no lo encontré en las alcantarillas... lo encontré en restaurantes de cinco estrellas, en museos y en iglesias... lo encontré caminando por la calle o en una fiesta, lo encontré en la Universidad y disfrutando de un café en la avenida principal de la ciudad. Al diablo lo encontré en Berenice, en Regina, en Natalia y en mi propia madre cuando todos los días me decía: “Cuidado hijo, el diablo esta en los d-e-t-a-l-l-e-s...”

miércoles, 6 de enero de 2016

Iluminación

El hombre que busca, encuentra.
   El hombre que quiera ser libre, lo será.
 
El hombre i-l-u-m-i-n-a-d-o
   sube por la vere d a
del   saber
busca la luz, el impotente átomo radiante
        del saber
busca sin saber a la HUMANIDAD
   en los lugares más  insólitos:
               páramos,
                 glaciares,
               desiertos.
 
El hombre que buscó y encontró,
  el que quiso ser libre
                         y lo fue
 
      se pregunta:
 
¿Quién soy YO?
       

domingo, 26 de julio de 2015

Quemar las naves: De la plática a la destrucción, y un repaso sobre el amor

Texto visión




Dedicatoria: A Nidia R.



Habíamos terminado de hacer el amor como cualquier otro día, e inmediatamente sus labios se llenarón de ese sentimiento de locura y honestidad. Todo conspiraba para  desembocar en una plática sinsentido... desinteresada... sin ningun propósito más que el de confirmar el porque estaba enamorado de ella. Lo que viene después del sexo: "La plática". La destrucción del ser ante su semejante. Una plática puede convertirse en un espejo. Las palabras reflejan el alma, sirven de redención... y confesión… Ella estaba ahí, recostada sobre las sábanas mojadas, desvanecida como el pétalo de flor que cae al piso sin hacer el más mínimo ruido. Silenciosa. YO era incapaz  de disipar la nostalgia... la melancolía de verla deshecha, cansada, sudada... destruida. Menciono la "destrucción" porque para mí estas pláticas no llevaban a ningun lugar, siempre, por más que uno trate, estas largas conversaciones post sexo solo pueden terminar en la desilusión... Usualmente, esta desesperaza encuentra su origen en las largas e inesperadas expectativas del uno sobre otro: Uno siempre quiere más. El asunto es siempre la cantidad, de historias o de ilusiones, al final, inevitablemente, alguno de los dos se rompe, porque el amor es así. Uno siempre espera más de lo que debería, y el otro siempre da menos de lo que esperaba. Ella hablaba, Yo la escuchaba... o al menos trataba. Mi cabeza suele divagar. De vez en cuando asiento con la cabeza, pongo cara de sorprendido, es absurdo, lo sé, pero ella lo sabe, y le encanta que me haga el interesado. Ella estaba ahí, desnuda, con un cigarrillo entre sus dedos; hablando y hablando sobre banalidades, estaba loca. Estaba tan loca que en vez de reírse se ponía a llorar, y en vez de sorprenderse se entristecía. Cuando la veía bajar la mirada solo me daban ganar de tomar sus manos, pero sujetar sus manos siempre era un riesgo... era 
como sujetar los conductos de electricidad esperando, estúpidamente, no ser electrocutado…Pero ella lo era todo, para mi. Estaba claro. Ella estaba… ella estaba… 
  
Ella estaba ahí. Inmóvil, casi parecía un cuerpo sin vida. Mantenía su respiración  al mínimo... tal vez un día se le olvidaría respirar... Ella siempre decía que no había que respirar mucho, solamente lo necesario, porque si no, nos llenamos de tanta vida que nos era imposible vivirla, y esto, según ella, es lo que entristece a los hombres...  Ella estaba ahí, recordando el pasado, el santo pasado, decía...

− Un día tuve una bolsa llena de cartas de amor, y las queme. Aún sabiendo esto ¿me sigues queriendo? ¿Me seguirías queriendo sabiendo que algún día me vuelvo loca y te quemo, en un intento por empezar de nuevo?, dijo sin dejar de mirar el techo.

Quemar las naves… susurre.

Sí, lo has dicho bien… quemar las naves… salvarse de lo insalvable… vencer lo invencible… olvidar lo inolvidable…  ¿ tú crees en eso? ¿Es posible olvidarlo todo y empezar de cero?

− Supongo que sí, de cierto modo; todos hemos quemado las naves alguna vez en nuestras vidas. Olvidar el nombre de una persona, olvidar sonreír, vomitar de borracho, llorar hasta quedarse dormido, escribir un poema sin métrica o llamar Verónica a Berenice en la primera cita, supongo que son formas de "quemar las naves"...


Don´t Care


Ella estaba ahí. Seguía ahí, mirando el techo, pensando en un sinfín de problemas sin solución. Ella estaba obsesionada con el asunto de las energías renovables, comentaba cosas sobre las presas. Sobre las plantas eólicas, solares y de biomasa. Hablaba sobre los desperdicios radiactivos, sobre la importancia de evitar comer animales. Hablaba de las grandes empresas de alimentos y en como contaminaban nuestros cuerpos con productos tóxicos. Hablaba sobre la industria de la moda, la belleza y sobre sus crueles experimentos, y era irónico, porque ella estaba fumando… Hablaba del derretimiento de los polos, el calentamiento global y la gran estafa que supone el capitalismo. Hablaba de que alguna vez perteneció a Green Peace, al movimiento feminista Femmen. Hablaba de la lucha social, dijo: “Cada quien elige porque luchar, porque al final, se da cuenta que luchar supone morir, y uno no puede morir en vano”. Hablaba del hambre en África y de la violación de los derechos humanos en Medio Oriente, de los niños muertos en los conflictos árabes. Hablaba de la vez que regalo abrazos, de la vez que le falto uno y se puso a llorar sin parar en la oscuridad de su habitación, pero ella sabía que mi hombro siempre estaba abierto, como un bar, y en el, al igual que en su habitación estaba oscuro y se valía llorar. Hablaba de su mejor amiga. Hablaba de la escasez del agua, lo repetía constantemente, con una preocupación que hacía temblar sus labios. Retomo la cuestión de las energías renovables, recalcaba la importancia de encontrar vías alternas a los combustibles fósiles. Mencionaba que algún día el agua se terminaría, que algún día los bosques se terminarían y junto a los mares. Decía que algún día se terminarían las reservas de sangre en los hospitales, que algún día el mundo se acabaría y con el todo lo que pudiera existir... Y yo estba tumbado en la cama, a un costado suyo. Escuchando todo lo que decía, viéndola terminar su cigarrillo... esperando que ella nunca se terminara.  

sábado, 14 de marzo de 2015

Mis más sinceras disculpas al lector (Fragmentos de Olvido)

Lucia salió de casa sin recordar que la cita estaba programada para el medio día. De hecho  olvido los papeles del juicio en la cómoda, olvido las llaves de la casa y del automóvil, olvido la bolsa, olvido maquillarse, bañarse, perfumarse, vestirse, despertarse. Lucía no pudo recordar la dirección del tribunal, ni las palabras que debía pronunciar para saludar al portero del edificio. Olvido lo que era un edificio, olvido al portero, olvido como bajar las escaleras, olvido inclusive como parpadear, caminar, sonreír, estornudar, como despertar. Lucia olvido el color de su cabello, el brillo de su dentadura, el olor del café, el sabor del pastel, olvido despertar.

Lucia despertó de un salto, pero no pudo recordar el sueño, ni como respirar, palpitar y despertar (porque como podría estar segura que en realidad estaba despierta sí ya lo había olvidado). Entonces volvío a cerrar los ojos y se
                                                                              disolvió.


¿Fin?
 (lo olvide) 

viernes, 2 de enero de 2015

La mirada

La miraba. Con cada parpadeo su silueta se disolvía dentro de mi pupila. Con cada segundo que pasaba contemplándola, su cuerpo se alejaba del insensato concepto de materia para irse acercando al paradisiaco, y excitante, instante de desvanecimiento. Se volvía sombra, espectro, fantasma, el objeto del objeto. La miraba desde la contra esquina de la calle Orizaba. La contemplaba como se contempla un Picasso... con curiosidad por descubrir sus formas. La miraba profundamente, hasta las entrañas, buscando reconocer sus concavidades y geometrías, como, por ejemplo: los tres lunares a un costado de su ceja izquierda. 

Cuando cerraba mis ojos, su imagen se desvanecía como una figurilla de arena. Me sumergía momentáneamente en la oscuridad de la visión, ahí, trataba de reconstruirla con el pensamiento. Imaginaba sus suaves parpados, sus ojos felinos, su sonrisa, sus labios rojos y sus dientes blancos. Imaginaba su paladar y su lengua, con esfuerzo trataba de recordar el color de su cabello. Imaginaba desde el hipotálamo hasta el cerebelo, desde el infinito hasta la nada. La unidad que se convertía en el todo. Pienso con regularidad que las mujeres son espejos reflectores del espíritu. Uno se dedica a mirarlas como esperando algo de vuelta, a veces solo llega una bofetada, pero de vez en cuando podemos encontrarnos a nosotros mismos. Podemos vernos postrados, heridos, cobardes. Irreconocibles. Hay que cuidarse de mirarlas por periodos prologados, ya que en el mejor de los casos nos llega solo la desilusión, pero en el peor, nos llega el amor...

Al abrir nuevamente los ojos ella seguía allí parada. Estaba ajustándose la coleta. Creo que estaba sonriendo... sí, eso creo. También recuerdo que se retoco los labios con un lápiz labial. El río de automóviles seguía fluyendo, era lo único que nos separaba. Un violento y letal torrente metálico. Había salido de la biblioteca cuando la encontré, y para entonces llevaba demasiadas cosas en la cabeza, pero fue al mirarla que recordé el fragmento de un texto que acaba de leer: “Viajo para conocer mi geografía, escribió un loco, a principios del siglo, en los muros de un manicomio francés”.  Está mujer era un viaje, pensé, cuando de pronto se puso a caminar, paso justo frente a mí. La luz del semáforo ya estaba en rojo, no había más autos atravesando la calle. Recuerdo que agacho la mirada, como sí quisiera estar al tanto de sus pasos. Llevaba un par de libros abrazados a su pecho. Me dispuse a seguirla, encendí un cigarrillo, le di el primer golpe y me coloqué a unos cuantos metros de distancia de tras de ella. “Viajo para conocer mi geografía”, volví a pensar. Las mujeres son un viaje de ida, pero jamás de regreso, me dije. Específicamente esta mujer me daba la sensación de estar viajando a través de un desierto. Súbitamente fui víctima del cansancio. El espejismo de sentirme cerca de su espalda, y justo cuando trataba de sujetarla por el brazo para detenerla tropezaba de golpe con la banqueta. Pero es cierto, que hasta en el desierto más solitario, hay algún sitio en el que una flor florece. Así que valía la pena seguirla hasta el fin del mundo o hasta las vías del tren, con tal de presenciar el milagro de la vida, dónde solo existe la muerte.

Aquí no existía nada platónico, me dije. Es solo curiosidad. ¿Cómo podría ser esto algo platónico?, sí esta mujer solo lleva treinta minutos en mi vida, me dije. Luego recordé mis propias palabras: “Hay que cuidarse de mirarlas por periodos prologados, ya que en el mejor de los casos nos llega solo la desilusión, pero en el peor, nos llega el amor...”. Aquí no existe nada platónico, me lo volví a reafirmar. Aquí no existe nada platónic... aquí no existe nada platóni... aquí no existe nada platón... aquí no existe nada plató... aquí no existe nada pla... aquí no existe nada pl... aquí no existe nada p... aquí no existe nada. ¡AQUÍ NO EXISTE NADA! 

Ella seguía avanzando, ocasionalmente se detenía cuando se encontraba con una boutique. Se detenía para ver la ropa de los exhibidores. Se quedó quince minutos observando un vestido de novia, luego cerró los ojos, sacudió la cabeza, y toda su cabellera amarilla voló por los aires envolviendo su rostro. Cuando volvió a reanudar su camino, sentí que ahora éramos uno. Ya lo había dicho antes, las mujeres son un espejo reflector. Uno las mira y acaba mirándose, creo que eso es lo que las vuelve tan atractivas. No son las curvas, ni la fragancia Chanel. No son los escotes o las mini faldas. Es su luz, que nos ilumina la que nos hace caer rendidos. Entre todos estos pensamientos, ella siguió caminando, hasta que de pronto se detuvo frente a la puerta de un edificio. Volteo hacia los lados y su mirada se incrusto en mí, sonrió, abrió la puerta con un leve empujón y desapareció. Durante los siguientes dos minutos no pude hacer nada más que quedarme inmóvil a unos pasos del portón en el que había desaparecido. Pensé que sería una imprudencia entrar y seguirla hasta la puerta de su departamento, mirarla de frente. De todos modos, esto no era nada parecido al amor, era mera curiosidad. ¿Curiosidad de qué?, me pregunte. Finalmente me decidí, entre. Pude seguir su rastro, que extrañamente me llevo a la azotea del edificio. 

Al atravesar la puerta, que me llevaría de nuevo al exterior, el atardecer se presentó frente a mis ojos. Delante de la segadora luz, pude distinguir la silueta de la mujer. Estaba parada justo en el borde. Parecía que estaba jugando, lo juro... Los libros que llevaba abrazados estaban a un lado mío, tirados en el suelo. Conforme me iba adentrando su silueta iba tomando forma, color y profundidad. El cabello que se le escurría por los hombros y la espalda. Sus delgadas piernas que salían por debajo del vestido. Tenía los ojos cerrados. Sí, eso supuse. Toda decisión difícil se hace a ciegas, ya que existe la posibilidad de fallar, y de ser así, siempre podremos decir: “No lo vi venir”. Volví la vista hacia los libros que estaban regados por el piso. Tomé entre mis manos el primero de la pila, “Suicidios ejemplares”. Comencé a hojearlo, y de pronto, en una de las páginas, la mujer había subrayado una frase: “…la vida es inalcanzable en la vida, la vida está muy por debajo de sí misma y la única plenitud posible es la plenitud suicida”.  Cuando regresé la mirada hacia ella, ya se había dado la vuelta, tenía los ojos cerrados. ¡Lo sabía!, pensé. Extendió sus brazos, dio un gran suspiro y se dejó caer sin más.

La verdad no me sorprendió. Su muerte ya la había sospechado, y se me anuncio en cuanto leí esa frase que tenía marcada en el libro que cogí del piso. Caminé hasta el borde del edificio, miré hacia abajo, allí estaba ella... otra vez su cuerpo se me presentaba como una lejana silueta. No te enamoras de los grandes senos o las nalgas redondas, te enamoras de la posibilidad. La posibilidad de alcanzar la luz. No te enamoras de la ropa que viste, de su estatura o del tamaño de las mejillas, te enamoras de la posibilidad de viajar entre los parajes de su cuerpo, la posibilidad de perderte en su silueta... su cabello... sus ojos. La posibilidad de emprender un viaje sin retorno. Te enamoras de la posibilidad de poder ir a la cama entre risas y gemidos, de fumar un cigarrillo sin pensar en el alquitrán y el cáncer de pulmón. No te enamoras de los ojos azules... te enamoras de la posibilidad… la posibilidad de mirarla durante un periodo prolongado y no enamorarte, jurar que no estás enamorado, decirte: ¡Aquí no hay nada platónico!, para finalmente, caer enamorado. 

Salí del edificio, la gente se acercaba al cuerpo de la mujer para observarla. Muy a lo lejos, se alcanzaba a escuchar el leve murmullo de una ambulancia. Había salido de la biblioteca cuando la encontré y comencé a mirarla. Tenía muchas cosas en la cabeza. Mientras me alejaba de la sangrienta escena, volví a recordar un fragmento: “Rosa Schwarzer comprende enseguida que se trata de volver a suicidarse, en este caso de practicar el gesto al revés, un suicidio que la haga caer, no del lado de la belleza sino del lado opuesto, del lado de la vida.”




domingo, 14 de septiembre de 2014

La transición de los poetas

*Poema Visión de la locura



Hay locos de Manicomio,
        locos de Edificio,
                    de Calle,
                      de Estupidez.

Hay locos cuerdos,
        locos de pacotilla,
        locos de atar,
        locos de corbata,
Hay locos de escritorio
                   de pluma y de papel
                     de poesía,
                       de “¡sí señor suboficial!”

En este mundo hay locos en cada esquina
                                           en cada restaurante y
                                                 oficina.

Estás loco si sonríes al oler una flor
           estás loco si caminas en reversa.
Se está loco a las doce de la madrugada,
            se está ebrio y tumbado también.
La yuxtaposición del objeto de estudio:
                             es uno mismo.
                                  Sonríe.
                   Prozac. Paxil. Celexa. Luxov. Zoloft.
Pastillas que no te dejan dormir,
                    pegar la pestaña.
Hay locos de ensueño, los he visto.

Hay locos de mierda,
locos sin sentido,
locos de origami.
Hay locos de escaparate,
de burro y escudo,
de molinos gigantes
de vida y de muerte,
de destino y de azar.

El mundo está lleno de locos,
de fantasías, ¿hasta qué punto se puede comprobar la realidad?
La irrealidad pasa a ser la extensión de la insatisfacción de la existencia,
el reino de Oz,
el País de las Maravillas.
Hay locos de mierda
         locos poetas,
          locos premio Nobel
                    locos sonrisas inconclusas.
           
Nos transportamos del Siglo de las Luces
                     al retrograda ocaso de la conciencia .

En Indonesia había un hombre que no tenía sueños,
Se suicidó al medio día y por fin pudo soñar.

Existen las personas que ven el futuro en las manos,
en el café, en el iris, en una bola de cristal, en la baraja del tarot,
con los ojos cerrados, con arrugas en la frente, con micrófonos en tu casa, con poder divino.
Locos de Mierda.

¿Hasta donde el milagro se junta con la ilusión o hasta qué punto la visión divina se convierte en esquizofrenia?
¿La poesía se mide en suspiros?
    Los poetas se cuentan en suicidios.
   
Hay locos de amor
        locos de soledad
        locos nada más.

Hay, y yo los he visto,
             Locos voladores no identificados.

¿Hasta qué punto el psiquiatra sigue siendo el sanador?
¿Hasta qué punto el loco sigue siendo el paciente, objeto de estudio?

Y lo que es más importante ¿hasta qué punto el loco pasa de ser ese objeto de estudio a ser el objeto analizador y catalizador de una sociedad que ante sus ojos no es más que una colmena de locos de mierda encerrados en la Histeria de las Masas?

                   En este mundo hay locos de mierda y algo más… ¿?




Posiblemente.

La posibilidad del objeto.

Pequeño inconveniente

*Poema visión de lo inesperado




Nunca se está preparado 
para el fulminante disparo de la casualidad,
para la belleza de la eventualidad.
Lo que quiero decir es que:
¡nunca se está preparado para el amor!
Para el beso o el abrazo reconstruido,
porque el amor 
es solamente un intento.
es solamente eso.
Un intento de reconstruir el pasado.
La continuidad de las relaciones antecesoras.
Solo se ama a una mujer, 
 las siguientes,
únicamente son una extensión aural y corporal.
Digamos así: el beso que le diste a Mariana
continua en la saliva de Luz y se expande en el
   pequeño mordisco de Ana Lucia.
El abrazo que le diste a Silvana se prolonga
hasta la espalda de Roció y la
respiración entre cortada de Carlota.
Y esa mirada, que bien puede ser llamada:
“Amor a primera vista”
sigue y sigue más allá de todos los objetos,
de todas las líneas horizontales y perpendiculares que dibujan los cuerpos.
 Se dice, con gran acierto, que esa mirada se esparce,
  y
por eso es que María, Daniela e Isabel 
han sido tus amores a primera vista.

El amor es un pasadizo.
Un tobogán interminable de emociones.
Un ciclo que se repite, es la danza interminable.
Los gestos que habitan el amor son todos iguales.
No varían, se vuelven monótonos
se muestran repetitivos.
Es así:
Se llevan flores, se va al cinema, se conocen a los padres
de la víctima o del victimario. Se hace el amor,
se besa, se abraza.
Te quiero. Te amo. Me encantas. Te extraño. Perdón. No puedo vivir sin ti. Adiós. Muerte. Fin.
El amor es un acto de repetición,
repetición al infinito hasta el aburrimiento,
y nadie nos prepara.
Uno nunca está preparado
para el comienzo y mucho menos para el final.
La aparición se presenta sin buscarla.
La desaparición llega sin esperarla.
Cuando el amor se acaba, 
y créanme que se acaba, 
todo parece estar jodido. 
Pareciera que uno quiere reventar. 
Explotar. Estallar. Implosionar. Llorar. Caer. Suicidio. Muerte.
Todo es confuso, 
por ser educado, 
 y no decir que todo está vuelto una mierda. 
Cuando el amor se acaba, 
y créanme que se acaba,
Uno trata de hablarlo o al menos lo intenta,
pero al escuchar el insistente adiós...
 Uno termina por romperse. Se fragmenta.
       Se hace pedacitos.
              Truena el corazón,
              truenan las clavículas
              los ojos se rompen
              se divide el alma
                            se parten los labios
                             la piel
                             los dedos
                             las uñas
                             la mugre debajo de las uñas
                             Se desintegra cada átomo de nuestro cuerpo
               y se desintegran por los siglos de los siglos.
                      Ya al final
                           se fragmenta el individuo.
se nos olvida nuestro nombre, cada letra se desaparece.
                   y terminamos dudando hasta de nuestras propias creencias.
          Sin duda uno no está preparado, y
                           nunca lo estará.

El amor es una cosa espontanea.
                   Enamóranos, nos lleva un par de segundos
                               y 
                        es inevitable.
                   El amor pide todo.
Pide boca, pide palabra, pide pan, pide vino.
                El amor pide y pide
           y   uno nunca está preparado para
                       dar y dar,
   para consumirse en el reflejo que te
             proporciona el otro.
El espejismo del amor, en el oasis del cuerpo.


Nunca se ésta preparado
para salir a media noche 
y enfrentarte a la incesante lluvia que te moja
hasta las entrañas.
No se está preparado
para llevar una flor entre las manos,
metáfora hermosísima de la última voluntad.
No se está preparado
para la palabra que atraviesa tu garganta.
Nunca se ésta preparado para salir corriendo
hasta casa de Melina,
tocar la puerta, verla salir al otro lado del umbral
tan lejos de ti, tan lejos de tu cuerpo, ese que alguna vez tocó
e incendio más de una vez con sus incesantes caricias.
El paraíso en llamas.
No se ésta preparado para verla alborotada, 
con la cabellera desordenada, 
danza frenética del sueño interrumpido.
Sus ojos entreabiertos, su gesto de cansancio y hartazgo. 
No se ésta preparado para obsequiarle la flor,
decirle te quiero y sentir una
pedrada de regreso.
Nunca se ésta preparado para el incesante ¡NO!
que sale de golpe de los labios de Melina,
un incesante ¡No!
tan incesante como la lluvia,
tan incesante como el adiós,
tan incesante como el inevitable llanto,
tan incesante como las noches de insomnio. 
Uno nunca ésta preparado para
marcharse de casa de Melina,
Mojado. Jodido. Confundido. Muerte. Fin.
Confusión que viene del no saber si la humedad de tu cuerpo se debe
a la lluvia del cielo o a la lluvia de tus ojos.
Nunca lo vas a saber.

Nunca estas preparado para mirarla de lejos
acariciándose la cabellera con la mano derecha,
haciendo círculos con su dedo que se enrolla es un mechón de cabello.
Nunca estas preparado para verla sonreír por cualquier tontería.
No se ésta preparado para verla caminar orgullosa por los pasillos de la Universidad,
definitivamente, 
nunca se ésta preparado para ver su mano entrelazada en otra mano
que no es la tuya, que no será la tuya.
No se ésta preparado para verla con un pendejo, 
uno de esos chicos que no saben de qué hablar
más que del partido de anoche.
No estás preparado para ver como la desperdician
en habitaciones de moteles baratos, en besos desechables.
No éstas preparado y nunca lo estarás.
No estás preparado para el cigarrillo que te mata,
para el alcohol que te enferma,
para la bala que te atraviesa,
para los llantos y los sepelios.
No éstas preparado para empezar de cero; que mentira tan grande es esa,
como si se pudiera decir, gritar a los cuatro vientos:
¡Venga el abrazo! 
¡Venga el beso! 
¡Venga la casualidad de enamorarnos!
Pero en un intento por empezar de cero
  regresas al último lugar en dónde estuvieron juntos. 
       para tratar de recordar... de “sanar”. 
Para tratar de recolectar tus pedazos,
             Te buscas, para tratar, estúpidamente,
reconstruirte.
Y una vez que te encuentras y estás todo unido con cinta adhesiva
    te das cuenta que nadie nunca te prepara
  para volverla a ver.
                          Sentada. Solitaria. Calmada. Muerte. Fin.
           Y como sabes que nunca estarás preparado…
               tus fragmentos se fragmentan, reduciéndote a la nada.
                     Te conviertes en un estúpido e incesante intento de empezar de cero.

Uno nunca ésta preparado para sostener el revolver en la quijada o
la navaja en la muñeca.
Es una estupidez… ni mencionarlo siquiera.
Uno no ésta preparado para el amor, mucho menos para la para la muerte platónica;
lo digo así
porque al igual que existe el amor platónico
            hay la muerte platónica.
                   “Morir de amor”
                                    sería lo platónico en la muerte,
pero es cierto, comprobable hasta cierto punto,
      que nadie muere de amor,  
             y que triste
                    porque se puede morir
de decepción
de vació
de soledad
de guerra
de bala
de cuchilladas
de violación
de desaparición forzada
de deuda
de vergüenza
de hambre
de ganas
de feminicidio
de homicidio culposo
de risa
de envidia
de rabia
se puede morir incluso
de aburrimiento,
pero jamás de amor.
Simplemente no se puede,
 me es inconcebible pensar en
mirar el obituario y leer:
“José Martínez, muerto en accidente automovilístico.
Manuel Acuña, falleció por los besos que no dio”
No...
no lo puedo ni imaginar.
Nadie muere de amor.


El amor nos reduce a esto:
a una larga lista de no-preparaciones,
de incertidumbre y nostalgias de procesión.
Una lista interminable de defectos. 
Fallas. Errores. Excusas. Muerte. Fin.
El amor es 
              una guarida de conejo
                            por la que caes y caes sin
                                     estar preparado para la caída.

Nunca estas preparado para encontrarte repentinamente frente a Melina.
Sentir como su mirada se incrusta en tu pecho
y aún después de años tener esas infantiles mariposas en el estómago.
Preguntarle sin remedio
si quisiera visitar el Zoológico contigo.
Nunca se ésta preparado para el sorpresivo ¡SÍ!
para volver a tomar su mano,
para retratarse junto a los rinocerontes,
junto al tigre de bengala.
No se ésta preparado para ese momento
en que Melina te propina un beso de conmoción,
 se te acerca al oído y te susurra:
“como te extrañe hijo de puta”
Y Finalmente te das cuenta, 

con tristeza o alegría,
que, sin duda, uno nunca ésta preparado
para

            vivir.