No
es lo mismo Soledad, que soledad. Una denota el nombre de alguna mujer, y la
otra manifiesta aislamiento, este puede ser voluntario o involuntario. La historia
que se presenta a continuación tiene un poco de ambas, un poco de Soledad y
soledad.
Esta
es la historia de un joven que se encuentra en la azotea de un gran edificio,
las puntas de sus pies tocan el aire, y el resto de sus pies tocan el débil piso
de la terraza, por su mente pasan muchas cosas, el joven llora, y de vez en
cuando suelta una pequeña carcajada, se acomoda el cabello, y vuelve a extender
sus brazos. Es la historia de Jeremías, un sujeto de veinte años que está a
punto de tirarse al vacío. Jeremías no tiene deudas, no padece alguna enfermedad
terminal, no ha sufrido la muerte de algún ser querido, no cometió ningún crimen.
¿Por qué se lanzaría desde lo alto de un edificio?, bueno, la razón por la que
lo hará, es por la soledad.
Jeremías
se siente solo. Todos se han olvidado de él, de su nombre, de su dirección, de
su edad, de su fecha de cumpleaños, de su rostro. Él no es capaz de pasar un
día a solas, escuchando el sonido de su corazón, o el ruido del agua corriendo
por las tuberías de su departamento, Jeremías es incapaz de vivir en soledad.
Ciertamente
–no se ustedes− yo considero que hay de soledades a soledades, unas veces uno
se siente solo, sin amigos, sin amante, sin nada que llene su vida, pero existe
una soledad que es un tanto acentuada y cruel, en esta soledad, la misma
soledad se ausenta, y ahí es cuando uno se encuentra más solo que nunca. La
soledad de Jeremías no era tan extrema, de hecho nadie se había olvidado de él,
todo era producto de su imaginación. Un miércoles, a primera hora, Jeremías recibió
una carta, que estaba sellada con un pedazo de cera roja. Esta peculiaridad en
la carta era la marca que dejaba su amada Soledad, que se encontraba de viaje,
por Roma, de donde le escribía semanalmente una carta contándole sus aventuras en
aquella tierra europea.
La
carta en cuestión, hablaba sobre lo hermoso que era el Coliseo, lo impactante
de su estructura, también menciono la amabilidad de una pareja italiana, que se
encontró en cierto recorrido por el Panteón Romano. Bueno sin tantas vueltas, al
final de la carta se podía leer algo así:
“…las
palabras me escasean, espero te encuentres bien. En pocos días tu soledad, será
eternamente tuya. Chao mi querido Jeremías.”
Jeremías
sintió que su vida se acababa en ese instante. Su soledad seria eterna en pocos
días, esto no podía soportarlo, ¿Qué habrá pasado en Roma para que Soledad lo
abandonara eternamente?, pensó en silencio Jeremías. Largos días trato de meditar
el asunto que se le presentaba, sin apartar la carta de sus manos. Después de
tanto asumir la posición de un pensador, decidió arrojarse de lo alto del edificio
en donde vivía. Es por eso que hoy están Jeremías y soledad, sosteniéndose el
uno del otro –con un poco de pavor− dispuestos a lanzarse, más Jeremías que su
soledad. Al final este hombre termino por caer quince pisos para estrellarse
con un sólido pavimento, que en pocos segundos se tiño con un color carmesí.
Trágica
es la historia de Jeremías, pues su dulce Soledad había tenido una pequeña
falta de ortografía en esa última carta. Soledad al decir: “En poco días tu
soledad, será eternamente tuya…” se refería a ella misma, pues pronto
regresaría para quedarse junto a Jeremías, por siempre.
Por
eso hay que tener en cuenta que no es lo mismo Soledad, que soledad. Tanta es la
diferencia que a Jeremías le costó la vida.
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