“Siempre serás mío, aunque suene egoísta”, dijiste alguna
vez. “Seré solo tuyo aunque suene estúpido”, contesté. ¿Y cómo extrañarte sin
hacerme añicos? Hay días en los que te quiero menos. Me preguntan: ¿Pero si hace
dos meses no creías en la existencia del alma? Y yo respondo, pero hace dos
meses era menos de lo que soy ahora, tal vez en dos meses más no crea ni en mí
mismo. Existo porque me piensas. Y tal vez en dos meses ya no exista. Sí, me
olvidaste. Probablemente dos meses después ya exista otra vez. Y si me
reinvento y ya no tengo forma de hombre y soy ahora, no lo sé: Viento. ¿Seguiré
siendo tuyo? ¿Cómo podrías atraparme? En un frasco dirías tú. Esperarías; yo
sé, una pequeña brisa para acorralarme. Que egoísta, que estupidez.
Existo porque me piensas. Así de frágil es mi existencia.
Así de jodido está el asunto. Si en dos meses más me convierto en agua,
entonces me tendrías atrapado en la bañera. Pero pasan otros dos meses, sin
pausas, sin fines de semana. Entonces alguien me preguntará. Hace dos meses
usted era agua, y ahora una burbuja. ¿Cómo es posible eso? Y me aventuraré a
responder; hace dos meses era menos de lo que soy ahora, tal vez en dos meses
más no crea ni en mí mismo.
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