domingo, 10 de agosto de 2014

El recuento de los daños.


Era una mujer brillante, no me refiero a que fuera muy inteligente, sino que en verdad brillaba, era un destello en medio de las calles vacías y mal olientes. Era la lucidez del manicomio. Esta mujer que por cuestiones prácticas llamaremos: LagunasMentales, llevaba a cabo el recuento de los daños sentada frente a un escritorio ya viejo, que claramente estaba dentro de esta larga cuenta. Pero lo que ella llamaba “el verdadero recuento de los daños” ya lo había olvidado hace tiempo. LagunasMentales movía la pluma constantemente sobre la amarillenta hoja de una libreta, que lamentablemente estaba también dentro de la lista de los daños incontables. El tiempo se vuelve una postal de nostalgia, el viento ya no la quemaba. Empieza por numerar los daños de mayor a menor importancia, número uno: Pablo, número dos: Isaías, número tres: el cansancio, número cuatro: el viaje al Pacifico, número cinco: el pensamiento extraviado, número seis y penúltimo daño: la larga estancia en el sanatorio San Mateo, número siete: lo he olvidado, escribió sobre la hoja.


Era una mujer exquisita, muy linda; llena de pecas y cicatrices. LagunasMentales trataba de recordar algo más sobre los daños enumerados; recordaba sin duda el cabello de Isaías, la nariz de Pablo, la brisa de la playa… se esforzaba por recordar, pero los grandes espacios de vació en su mente no la dejaban. Trató de encender un cigarrillo pero para este punto ya se había olvidado de cómo hacerlo, ¿era algo como encender la parte amarilla y ponérselo en el oído?, sus manos comenzaban a temblar, pero también, para su miseria, había olvidado lo que era sentir miedo, ¿era algo como temblar, bailar y comer? La pobre ya no sabía cómo, ni cuando, ni dónde. Seguía mirando el pedazo de papel, pensando en quien sabe que cosas, ideas sin sentido, oraciones inconclusas… su mente era un papel en blanco, un huevo estrellado y un cristal agujerado. Sin darse cuenta, o tal vez tratándolo de olvidar, ella misma era un recuento de los daños, tan diluida estaba, que ya amaba sin rostro y sin cuerpo, se cepillaba la silueta oscura, se lavaba el vacío y recordaba la nada. LagunasMentales, esa hermosísima mujer que habría amado hasta el fin de los tiempos, ella era capaz de tomar quince tragos de coñac y permanecer en un solo pie, era capaz de tantas cosas, ahora no sabía ni posarse sobre sus dos piernas, ahora ella se preguntaba qué había pasado aunque era una pregunta sin retorno, una que se perdía entre el eco de las habitaciones de la casa. Ya no quedaba nada, quedaba ciertamente el revólver y una bala. Entonces se colocó el agarre bajo la quijada, y el cañón entre las manos, el disparo se estrelló contra la pared, y ella se tiró al suelo, dejando su cabello rojo tendido sobre la duela. Pensando que estaba muerte, que su cabello rojizo era la gran mancha de sangre, permaneció ahí quien sabe cuánto, haciéndose la muerta y la desangrada. Y esta muerte fingida, era como el punto final en la gran lista del recuento de los daños, aunque ya no lo recordaba. Digamos que todo quedo en un largo: podría ser.

1 comentario:

  1. Buen juego de contrastes, entre el presente (LasLagunas) y el pasado (era, brillante, atractiva, exquisita). Lo dejaremos en un condicional podría ser. donde el texto nació y me encantó. Saludos, un abrazo y a continuar escribiendo.

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